Las pinturas de Lascaux

¿Has pasado alguna noche en el desierto? ¿Has estado navegando de noche en mitad del mar? Te confieso que yo no he tenido esa suerte. Lo más parecido que he hecho ha sido escaparme de vacaciones con mi familia a algún lugar perdido en la montaña, lejos de la ciudad.

Yo vivo en una gran ciudad: Madrid. La primera noche que hice vivac en la montaña me impresionó la cantidad de estrellas que había en el cielo. Era incapaz de identificar las constelaciones. Las tres o cuatro estrellas que veía en el cielo de mi ciudad se escondían entre miles de brillantes puntitos de luz.

A veces me pregunto que sentían nuestros antepasados al mirar al cielo. Imagino a esos primeros Homo sapiens que se refugiaban en las cavernas para huir de los peligros de la noche. ¿Qué pensarían al mirar las estrellas? ¿Eran conscientes de su importancia? Estos primeros humanos ya habían evolucionado lo suficiente como para vivir de la agricultura, organizarse para crear grupos de caza y aprovechar las ventajas de su intelecto para hacer frente a los retos de la vida. Sin duda, se maravillaban ante la visión de las estrellas.

La arqueo-astronomía es una de las ramas de la ciencia donde más difícil resulta avanzar. El hombre primitivo aún no utilizaba la escritura, por lo que es complicado conocer su forma de pensar. Todo lo que nos han dejado son unas cuantas herramientas, vasijas de barro, y pinturas en las paredes algunas cuevas.

Gracias al avance de la tecnología, hoy sabemos mucho más sobre ellos que hace unas pocas décadas. Parece que la única forma de adentrarnos en sus costumbres de dejando que crezca el tiempo que nos separa de ellos. Analizando hasta los más mínimos detalles sobre su vida, hoy conocemos sus costumbres alimenticias, sociales y bélica. Y, gracias cuevas como la de Lascaux, tenemos alguna teoría sobre lo que pensaban de las estrellas.

En Septiembre de 1940, cuatro jóvenes franceses se encontraban en un bosque cerca de Montignac, en Dordoña. De pronto su perro se escapó y se ocultó tras una piedra. Uno de ellos fue a buscarlo y encontró una caverna detrás. Entró en ella, y al descender, se convirtió en el primer ser humano que contemplaba las maravillosas pinturas de sus paredes en 14.000 años. Al darse cuenta de la importancia del descubrimiento, se apresuraron a llamar a uno de sus profesores que, afortunadamente, tuvo la brillante idea de avisar al Abate Breuil, uno de los prehistoriadores más importantes de la época.

Las pinturas de la cueva son de una calidad excelente. Junto con las de Altamira, recogen algunas de las mejores muestras del arte del Paleolítico. Representa los primeros intentos del hombre (Homo sapiens sapiens) de ilustrar su cultura. A través de las representaciones artísticas que encontramos en estas cuevas hoy sabemos que nuestros primeros antepasados contaban con la suficiente capacidad intelectual como para expresar de forma artística sus experiencias cotidianas. Por ejemplo, mostraban escenas de caza o signos de magia para la fecundidad, que creaban con la esperanza de que los dioses les fuesen favorables. Representaciones que nos enseñan cómo vivían entonces y nos dan una idea de la mitología en la que basaban sus creencias.

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